jueves, 19 de marzo de 2015

LA VERGÜENZA DE SER TÚ (Relato ganador en el Certamen de Relatos)

Rubén era un niño más en el Instituto. Tenía 15 años y hacía tercero de la ESO en un conocido Instituto de la localidad donde residía.
En los recreos del instituto, él no hacía lo que otros chicos de su clase realizaban: jugar al fútbol, pues se juntaba con algunas chicas de su clase y hablaban de diferentes temas de conversación que los chicos habían tachado como “temas de niñas”. Sin embargo, aquello de lo que hablaban eran temas que no estaban reñidos al sexo, como el estreno de una película en el cine, determinados programas de televisión o alguna anécdota concreta de alguno de ellos o ellas. Es por ello que, el resto de sus compañeros de clase, se reían a escondidas de él porque se juntaba con las niñas y no jugaba con ellos al fútbol, llegando incluso a decir que Rubén era, simplemente “una niña más en clase”.
Un día, en el recreo, como todos los días, mientras que los dos grupos de la clase estaban divididos, disfrutando de treinta minutos de descanso como cada una y cada uno quería, Rubén recibió un balonazo en la cabeza. Los chicos empezaron a reírse del golpe, a lo que Rubén, pese a haberle dolido, decidió callarse y no quejarse (sabía que se lo habían dado con mala intención, y no precisamente cualquier chico, si no aquél que todos temen y con quien nadie quiere enfrentarse; un abusón, como Rubén le llamaba en clandestinidad).
Pero, hay algo que le dolía más que el propio golpe: el sentimiento de vergüenza puesto que, uno de los chicos que estaba jugando al fútbol era de quien estaba enamorado en secreto. Se llamaba Dani, un chico algo tímido al principio pero muy simpático con su grupo de amigos y amigas. Rubén no podía contárselo a nadie, sólo se desahogaba con su pequeño diario, su pequeño gran confidente de secretos.
Al acercarse Dani a por el balón, Rubén se puso nervioso.
-Espero que no te haya dolido . . . comentó Dani al avergonzado Rubén.
-No, no lo he notado apenas- respondió Rubén con una mentira. Claro que le había dolido, pero estaba tan nervioso de tener enfrente al chico que le gustaba que  se quería hacer el fuerte y no demostrar debilidad ante él.
Dani le sonrió y volvió a la pista, donde le estaban esperando. Cuando llegó, quien le había lanzado la pelota, se acercó a Dani y le dijo algo al oído. Algo que, al terminar de contárselo, hizo que ambos miraran a Rubén automáticamente.
Como cada anécdota que le ocurría con Dani, dentro o fuera de la clase, Rubén lo reflejaba en su diario, y esta, no fue una excepción, detallando la situación y mostrando su más puro cariño y sensibilidad emocional al chico que tanto le gustaba, añadiendo mensajes como “¡Es tan guapo!” o “Ojalá sepa algún día lo que siento por él!.
En este sentido, Rubén nunca tuvo problemas a la hora de reconocerse a sí mismo como homosexual. Sin embargo, el problema se encontraba en que nadie de su círculo social ni familiar tenía conocimiento de ello, al menos no dicho por él mismo. Eso hacía que él se ahogase aún más en ese mar de secretos y de sentimientos que estaban ocultos en su interior y que sólo sacaba a flote para reflejarlos en su diario… todo relacionado con Dani era reflejado ahí.
Un día, por error, al guardar todos los libros y cuadernos en su mochila guardó su diario. Él nunca lo sacaba de su habitación, teniéndolo escondido en el fondo de su estantería, pero la noche anterior se quedó escribiendo y lo dejó entre los cuadernos y libros que tenía preparados para ser guardados al día siguiente.
Al entrar en clase, algunos de los chicos, como muchos otros días, le hicieron burlas relacionadas con su homosexualidad. Él no prestó atención y decidió sentarse directamente en su sitio. Al abrir la mochila y sacar un cuaderno, se le cayó al suelo su diario. Se quedó atónito. Intentaba reflexionar cómo fue a parar a su mochila. Al ir a cogerlo, quien le había lanzado el balón a la cabeza, se adelantó  y se dispuso a leerlo en voz alta. Rubén se levantó y hacía lo posible para arrebatárselo, pero sin éxito: “el abusón”, siguió leyendo, contando cada una de las anécdotas y frases del “chico de sus sueños” como le calificaba en alguna de las páginas.
Tras ello, Rubén observó a toda la clase: la mayoría susurraba, se reía…e incluso oyó de fondo “¡maricón!”, sin poder ponerle cara a la voz que le había insultado; pero a él lo que le preocupaba que estuviera Dani presente y sentir la mayor vergüenza de su vida… la vergüenza de ser él mismo. “¿Qué dirá de mí si sabe que él me gusta?” se preguntó asustado el joven. Le encontró, sentado en una mesa, con un grupo de chicas, observando fijamente a Rubén. Como era lógico, no se lo esperaba.
Rubén tenía miedo de la reacción que pudiera tomar. El resto de chicos empezaron a hacerle burlas con referente al diario y a su amor que idealizaba en secreto. Algunos le tiraban bolas de papel mientras le llamaban maricón y demás descalificativos. Tenía miedo de que se enterase más gente y convertirse en el hazmerreír del Instituto. Las voces, los gritos, las risas y los descalificativos iban en aumento y él sólo quería una cosa: morirse en ese mismo instante.
Lo que no esperaba es que Dani saltase en su defensa, logrando que toda la clase se sorprendiese, pensando algunas personas que también era gay. Fue él quien se encaró al abusón, ordenándole incluso que le devolviera el diario a Rubén. Tras mantener entre ambos una mirada fija, se lo devolvió. Aquello hizo que el resto de clase dejara de reírse de Rubén y de insultarle.
-No te preocupes que, si te vuelve a hacer o decir algo, me encargaré yo- le tranquilizó Dani a Rubén antes de guiñarle un ojo y volverse a su sitio.
Rubén no se lo podía creer: la persona a la que había calificado en su diario como “chico de sus sueños” le había defendido y ni siquiera se había sentido ofendido o avergonzado por el hecho de que un chico estuviera enamorado de él.
Gracias a él, Rubén afrontó más dignamente su homosexualidad dentro del instituto y reforzó su lazo de amistad con Dani quedando en eso exclusivamente, como una amistad. “De todas las anécdotas negativas siempre se saca una positiva” pensó Rubén: si no hubiera ocurrido aquello que le atormentó y avergonzó durante varios minutos, a día de hoy seguiría viviendo en secreto y clandestinidad su homosexualidad, sin ser apoyado por el resto o, simplemente, sin contarle a nadie sus sentimientos más íntimos.

Esta historia es ficticia… o quizás no tanto: en España, se calcula que un 60% de los adolescentes y las adolescentes homosexuales sufre acoso escolar, y de ese porcentaje un 43% se plantea el suicidio, del cual, sólo el 17% lo cumple.
La homosexualidad en la adolescencia y el sentido de identidad como tal, es uno de los procesos más duros por los que pasamos las personas homosexuales en nuestro desarrollo vital, debido a un choque de ideas y de no aceptación entre nosotros/as mismos/as. A ello hay que sumarle el rechazo de tu grupo y la discriminación, siendo ésta latente en cualquier edad y ámbito de nuestra vida.

Muchas personas sobrellevamos mejor la homosexualidad que otras: el desarrollo y el contexto social nos influye a la hora de expresarnos y manifestar nuestra condición, pero casos como estos, casos como el de Rubén, posiblemente se esté repitiendo ahora mismo en un Instituto y, desgraciadamente, no tenga un final feliz debido a que no se sienta arropado o arropada por un compañero o compañera de su aula... a fin de cuentas, todos y todas hemos sido Rubén.

Gerardo Néstor González Stéfani

No hay comentarios:

Publicar un comentario